Ordenar recuerdos alfabéticamente
conlleva perder la cuenta (y la razón)
de aquellos decimales
prestados en la anterior operación.
Vivir (y contar) biografías propias,
de crónicas y sucesos, quiásmicamente,
deja al descubierto amores (y dolores)
tardios y (o)cultos,
reticencias varias y
cuestiones filológicas siempre
a gusto del lector (o del investigador).
Retruécanos y paradojas condicionadas
al momento
conceptualizan y limitan
coyunturas amorosas que
se ahogan en el mismo
hálito que las insufla.
Lo siento, la deprecación y el estilo
directo nunca fueron lo mío...
C.G.B.
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