O lo que es lo mismo, mutación de servidora en un ser extraño y/o espécimen de aborigen condal, más conocido como Ciclophonguio. Dicha metamorfosis suele producirse tras interminables y tediosas jornadas de actividad académica-visual en un escritorio y/o superficie plana que haya pillado a mano. No está de más saber que el Imperio Ciclophonguial se caracteriza por ser un lugar en el que siempre acaba poniéndose el sol (la única luz que alumbra es la del flexo, de ahí la tonalidad lechosa de la piel), aunque no el estrabismo (aunque los dos ojicos acaben casi por fundirse en uno al llegar la noche), por razones más que obvias.
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