Anoche el enamoramiento llamó a mi puerta.
Llevaba el uniforme del miedo.
Lo sé porque ya ha pernoctado aquí
-mi mente-
más veces.
Ese olor y esos andares que
me transitan como si fuese una
simple autopista
con carriles en doble sentido y
sin señal alguna que regule
mis pasos.
Quizás ahora debiera yo despedirlo y no
ofrecerle cama y cena.
Quizás ahora debiera
dejarme inundar por
esa sonrisa que clama libertad.
Yo debiera ahora
ahogarme en las aguas cristalinas
que bañan sus ojos,
y morir arrastrada mar adentro
por la corriente de sentimientos
que a estas alturas
ya no soy capaz de controlar.
Debiera yo rasgarle las ropas
y arañarle el alma a bocados,
invitarme a subir y a bajar
por todas y cada una
de sus latitudes
dejando socavones y
coronando cimas que sólo
nosotros somos capaces de alcanzar.
No sé, quizás mi vestido de primavera
me está sentando mejor de lo que pensaba.
2017
cgb